La inteligencia artificial es como tener a una centena de becarios haciendo el trabajo rudo
Juan Lombana
La inteligencia artificial (IA) ha avanzado a pasos agigantados, y no puedo evitar sentirme impresionada por su impacto en nuestras vidas. Hace unos años, cuando daba clases, proyectábamos que herramientas de IA estarían a nuestra disposición para 2026. Pero la realidad nos ha sorprendido: la IA ya está aquí y avanza más rápido de lo que muchos imaginábamos.
El auge de plataformas como ChatGPT ha sido un parteaguas. La idea de poder consultar a una IA que responde de inmediato lo que necesitamos es emocionante, pero también plantea muchas expectativas. Como docente, he encontrado en la IA un gran apoyo en mi trabajo diario. He usado herramientas para crear crucigramas, generar preguntas y actividades interactivas, e incluso transformar texto en audio con aplicaciones como Revoicer. La IA me permite optimizar tareas repetitivas y centrarme en lo más importante: el contacto humano con mis estudiantes.
Uno de los debates más interesantes es cómo la IA puede llegar a competir con el razonamiento de estudiantes de doctorado. De hecho, se ha demostrado que es capaz de resolver problemas complejos en áreas como la química, la física y las matemáticas. Sin embargo, aunque la IA puede replicar procesos de razonamiento y ofrecer soluciones basadas en datos, dudo que pueda desarrollar la empatía y la comprensión necesarias en situaciones que involucren desigualdades sociales, ideologías o temas culturales. Es en estos casos donde lo humano cobra un valor irremplazable.
Como estudiante de doctorado en temas educativos, me he enfrentado a situaciones que requieren más que lógica; requieren una profunda conexión con la realidad social y emocional. La IA, aunque poderosa en términos de procesamiento de datos, no puede igualar esa capacidad humana de conectar y comprender los matices emocionales que subyacen en muchos problemas.
Algo que me sigue intrigando es la pregunta de si la IA tiene ideología. Si bien se podría argumentar que las IA no pueden formar ideologías propias, en realidad, lo que parecen reflejar son las ideologías de sus programadores y los datos con los que fueron entrenadas. Esto es algo que debemos considerar seriamente al utilizar estas tecnologías. Como menciona Sierra y Mendes (2024), “la inteligencia no se limita a la acumulación de información, sino que implica la capacidad de transformar la realidad a través de su aplicación” (p. 11). Es por esto que algunos proponen replantear si realmente deberíamos llamar “inteligencia” a estas herramientas.
Por otro lado, muchos temen que la IA reemplace empleos, especialmente en áreas creativas o que implican procesamiento de datos. Esto es una preocupación válida, pero también una oportunidad. Los profesionales creativos, como diseñadores o escritores, no deberían ver a la IA como un enemigo, sino como una aliada que simplifica procesos y les permite enfocarse en la parte más humana y artística de su trabajo. En palabras de Juan Lombana (2024): “La inteligencia artificial es como tener a una centena de becarios haciendo el trabajo rudo”.
Sí, es probable que algunas tareas repetitivas sean sustituidas por IA, pero también surgirán nuevas oportunidades. Hace unos años, ni siquiera imaginábamos que existiría la profesión de community manager, y hoy es una realidad. Lo mismo ocurrirá con la IA: aquellos que sepan adaptarse y usar estas herramientas a su favor tendrán la ventaja.
La inteligencia artificial tiene el potencial de ser una gran herramienta si la usamos sabiamente. Nos permite ser más eficientes, pero depende de nosotros decidir cómo integrar la IA en nuestras vidas de forma que complemente nuestras habilidades, no que nos reemplace.
Como docentes y profesionales, debemos aplicar pensamiento crítico y no temerle a la IA, sino aprender a aprovechar sus ventajas mientras preservamos el factor humano, que sigue siendo esencial. Al final, la IA puede hacer muchas cosas, pero siempre necesitaremos la inteligencia humana para guiarla de forma ética y empática.
Así que, en lugar de ver a la IA como un competidor o una amenaza, deberíamos verla como un aliado poderoso que, si se usa correctamente, nos ayudará a enfrentar los desafíos del futuro con mayor preparación y perspectiva.