Desarrollo integral del niño Mara Nieto Hernández

Madre e hija en el mismo escenario

El talento es una buena partida, para ganar el juego hay que aprender jugando.

Shinichi Suzuki

Hola, queridos lectores:

Tengo que contarles algo que me tiene completamente emocionada. Ayer viví una experiencia que literalmente me cambió la vida, y no, no exagero.

Por primera vez en mi vida, toqué música con mi hija de 7 años. Sí, leyeron bien. Mi pequeña, que lleva año y medio estudiando piano, y yo, con mi violín, compartimos el mismo escenario interpretando “La pulguita saltarina”, una hermosa composición de mi querido amigo y gran músico Adán Hernández.

No saben cómo me sentí cuando comenzamos a tocar juntas. Ahí estaba mi hija, completamente segura de sí misma, sin una pizca de miedo, con esa determinación que la caracteriza. Sus pequeñas manos se movían sobre las teclas del piano, mientras yo la acompañaba con mi violín.

Fue algo… indescriptible. Terminé llorando, pero no de tristeza, sino de pura felicidad. Vi a mi hija autorrealizada, segura, disfrutando cada segundo. Pudimos compartir los dos instrumentos que más amamos en este mundo, y eso me llenó de orgullo, adrenalina, pasión y todo lo que me gusta.

Este momento me transportó inmediatamente a las pláticas que tenía con mi mejor amiga Montse. ¡Ay, Montse! Ella fue la amiga más incondicional, transparente, leal y comprensiva que he tenido a lo largo de mi vida. Construimos una amistad sólida que duró desde nuestra infancia hasta que cumplimos 37 años de edad.

Montse no solo fue mi mejor amiga, fue también una violinista extraordinariamente talentosa. Formaba parte de la Orquesta Sinfónica de San Luis, y cuando la escuchaba tocar, me quedaba completamente fascinada. Tenía un don especial para hacer que el violín hablara por sí mismo.

Lamentablemente, Montse falleció el pasado 11 de abril, y créanme que su partida dejó un vacío enorme en mi corazón, que aún me duele demasiado.

Montse tuvo una hija increíble y súper inteligente. Siempre me contaba cómo compartía la música con su pequeña, quien toca el corno francés y el violín. Me decía que el tocar música con su hija las motivaba a ambas y les ayudaba a formar un vínculo centrado en el amor, la disciplina, la perseverancia y el creer en las capacidades de su hija.

Algo que siempre admiré profundamente de Montse era su entrega como madre. Aparte de ser la mejor amiga que pudo haber existido, fue una de las mejores madres que he conocido en mi vida.

Ayer, cuando toqué con mi hija, pude confirmar que todo lo que Montse me comentaba es absolutamente cierto. Cuando un padre que es músico logra hacer música con su hijo o hija, algo verdaderamente mágico sucede.

Montse lo sabía por experiencia propia. Ahora yo también lo sé.

Es una conexión que va más allá de las notas musicales. Es amor puro convertido en melodía. Es la transmisión de pasión de una generación a otra. Es ver crecer a tu hijo en tiempo real, desarrollando sus capacidades y sintiéndose seguro de sí mismo.

Me siento tan feliz por mi hija porque sé que esto es solo el principio. Quiero agradecer profundamente a la Maestra Noemy, la profesora de piano de mi pequeña, quien ha sido fundamental en este proceso. Ella la ha impulsado a dar lo mejor de sí misma, y sin su dedicación y profesionalismo, este momento mágico no habría sido posible.

También quiero agradecer enormemente a mis queridos amigos de R. Peralta por organizar estos recitales y por motivar constantemente a todos los alumnos de la academia. Gracias por crear estos espacios donde los estudiantes pueden brillar y donde las familias podemos vivir momentos tan especiales como este. Su compromiso con la educación musical es admirable y hace una diferencia real en la vida de todos nosotros.

Les comparto el video de nuestra presentación. No solo porque quiero presumir a mi hija (que obviamente sí quiero), sino porque creo que estos momentos necesitan ser celebrados y recordados.

Extraño muchísimo a Montse. Le agradezco todos los años de amistad incondicional que me regaló, todas las enseñanzas que me dejó, especialmente esta de guiar a mi hija con amor y fe en sus capacidades. Entre tantas cosas maravillosas que me enseñó, esta de creer en el potencial de nuestros hijos y acompañarlos en su crecimiento musical ha sido invaluable.

Montse sigue siendo mi maestra, incluso desde donde está ahora.

Gracias por todo, Montse Sierra. Fuiste la mejor.

Y a mi hija querida y hermosa quiero decirle que siempre estaré orgullosa de ella.

Mara Nieto Violín

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