La música es un eco de lo invisible
Giussepe Mazzini
Por: Mara Nieto
Advertencia, esta historia me ha sacado unas lágrimas de nostalgia.
¡Ah! Aún me acuerdo de la primera vez que toqué en un recital frente a aproximadamente 30 personas. Fue una experiencia inigualable, tanto, que todavía recuerdo ese momento y “se me enchina la piel”.
Cuando fue mi primera presentación en público corría el año de 1997 y era el mes de diciembre. Yo llevaba un vestido azul marino con botones blancos e iba peinada de cola de caballo. El evento se llevó a cabo en la sala 34 “Alfredo Bablot” del “Conservatorio Nacional de Música”. El programa de mano decía “Recital de violín y viola de los alumnos del Mtro. Alejandro Márquez”.
Recuerdo que primero tocó una niña. Ni siquiera pude poner atención a lo que tocó, porque en realidad yo estaba muy nerviosa; las manos me sudaban y sentía frío en mi estómago. Cuando escuché que a la niña que iba antes de mí le estaban aplaudiendo, sentí todo el vértigo recorriendo mi pequeño cuerpo… ¡Ahora iba yo!
Me subí al escenario y mi maestro me sonrió (gracias, querido maestro, siempre recordaré todo lo que hiciste por mí. Eres el mejor maestro de violín que he tenido). La audiencia me aplaudió, y yo sin ver a nadie me coloqué el violín de 1/4 y comencé a ejecutar la gran obra que había trabajado por varios meses “En la escuela”. Todavía me acuerdo de las notas “re, fa#, fa#, mi, re, fa#, fa#, sol, mi, re, fa#, la, si, la, re”. Sin duda alguna, son de esos recuerdos que jamás se me van a olvidar…
Cuando terminé mi gran presentación de apenas minuto y medio me aplaudieron, pero yo solo pude ver la cara de orgullo de mis papás. Ellos estaban en primera fila disfrutando ese pequeño logro que había tenido.
Después de ese día tuve muchas más presentaciones. Cada una de ellas fue indudablemente mejor que la anterior.
Una de mis presentaciones favoritas se dio por ahí del año 2000. Fue un recital en el que aproximadamente 30 niños que estudiabamos en el Conservatorio, tocamos al menos una canción del repertorio Suzuki (anteriormente ya he hablado un poco de este método. Ahora, después de 23 años puedo decir que soy una orgullosa maestra Suzuki reconocida por la AMMS). Algo que me fascinó y que a la fecha recuerdo, fue que tanto mi mejor amiga Montse de toda la vida, como yo, interpretamos una “Gavotte”. Ella tocó la de Becker del libro 3, y yo toqué la de Lully del libro 2.
¡Vaya! ¡Qué hermosas experiencias!
Recientemente, hace un par de meses tuve la fortuna de volver a tocar en un recital. Esta vez lo hice en el “Recital semestral de la Academia R. Peralta”. Toqué el tango “Oblivion” de Piazzola. Lo hice al lado de una maestra muy querida y talentosa, Noemy.
No puedo decir que esta última vez fue exactamente lo mismo que hace 25 años. Pero algunas sensaciones no dejan de existir, la adrenalina, la sorpresa, la incertidumbre, la euforia y la máxima concentración.
Lo más gratificante de todo esto de presentarse en público es ver la cara de gozo de todos aquellos quienes están escuchando. Cuando ves las sonrisas de los espectadores puedes decir que la música les ha llegado y has logrado tocar fibras que ningún otro arte puede hacer.
¡Meta cumplida!
¡Pronto tendremos más recitales!