Relatos y pedagogía

Orgullosa de mis alumnos

Siempre hay que amar todo lo que se aprende, todo lo que se enseña

Paulo Freire

A lo largo de mi trayectoria he tenido aproximadamente 200 alumnos de violín, unos 30 de inglés, 40 de pedagogía y 15 de matemáticas. Dar clases es algo que me fascina, que me atrapa…

Como he dicho en post anteriores, definitivamente yo podría dar clases todos los días de mi vida por el simple hecho de hacerlo y de disfrutarlo.

La primera vez que di clases de violín fue a la edad de 15 años, esto fue en el año 2002. Mi alumno se llamaba Leonardo y tenía 5 años. Cuando inicié con las clases estaba muy nerviosa, pero logré vencer mi miedo y conectar con ese pequeño niño que anhelaba aprender a tocar “estrellita”. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando vi que lo logró! Fue la primera vez que me sentí como aquella maestra “cuervo”.

En el 2005 tuve a 20 estudiantes de violín. Mis 20 alumnos eran integrantes de una orquesta infantil. Ellos comenzaron con las clases sin tener conocimientos musicales previos, sin embargo, tras un arduo trabajo colaborativo entre varios profesores, en tan solo 8 meses, estos 20 niños lograron tocar en un concierto, junto a otros 80 niños que interpretaban otros instrumentos.

En el momento que vi a mis 20 estudiantes tocar como unos profesionales tomé una de las decisiones más grandes de mi vida ¡Dedicarme por siempre a dar clases! Me sentí tan orgullosa de verlos tan seguros de sí mismos, logrando sus metas, sintiéndose realizados. Me brotaron algunas lágrimas de felicidad. Es un recuerdo que jamás va a borrarse de mi mente.

Abi, Juanito, Becky, Ana Karen, Miguel, Diana, Perla, Yadira, Itzel, Citlalli, Amparo, Ilse, Lael, Juan José ¡Son grandes!

En el 2012 tuve algunos alumnos que me marcaron.

Maresa era una niña que llegó conmigo a los 3 años. Después de 5 años de estudio y compromiso, logró tocar el concierto de Vivaldi en la menor.

Sara, Lizbeth, Tony, Juan Carlos, Marco y Carolina fueron alumnos intachables. Siempre buscaban superarse a sí mismos y lograron tocar con una gran maestría. Los admiro demasiado.

Actualmente, después de 18 años, sigo impartiendo clases a alumnos de todas las edades. A la mayoría de ellos les imparto clases los miércoles. Cada miércoles me alegro demasiado porque veo lo mucho que avanzan, lo mucho que se comprometen.

Una de mis alumnas, Anilú, tiene oído absoluto. Esto la ayuda a trabajar cualquier canción que quiera sacar. Además, posee una afinación intachable, gracias a su maravilloso don.

Hace 3 meses, otra de mis alumnas se decidió por tocar el tema de”Game of Thrones”. ¡Es impresionante! En tan solo unas semanas pudo trabajar las primeras frases y se encuentra a unos días de presentarse ante el público. Estoy segura de que lo hará muy bien.

Uno de mis alumnos más admirables tiene 72 años. Inició con el violín hace un año y medio. Me enorgullece el que actualmente esté tocando un aria que ama: “O Sole mio”. Me encanta cómo la interpreta, con tanto sentimiento, con tanta emoción. Es un orgullo ser tu maestra, Sergio.

Si de algo estoy segura es de que todos mis alumnos lograrán cumplir sus metas. Yo creo en ellos. Ellos creen en sí mismos.

Hay algo que se llama efecto Pigmalion. Este efecto dice básicamente que una persona logra sus objetivos más facilmente, si otra persona confía en su potencial. Este efecto es una estrategia que aplico al momento de impartir clases. Me ha resultado siempre. Creo que todos son capaces.

Sin duda alguna, pienso que todo docente, padre de familia, asesor o facilitador tiene en sus manos una hermosa responsabilidad, el confiar en sus estudiantes. ¿Tú lo haces?

¡Yo me siento orgullosa de todos y cada uno de mis alumnos! ¡Todos son especiales!

Sé que algún día podrán, incluso, superarme.

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